- Han pasado varios años y algunos lo recordamos como si fuera ayer. El Celta vivía años difíciles, con una situación económica y deportiva bastante complicada. Temporada 2008\09 y el equipo vigués deambulaba por la Segunda División española. Al mando del equipo estaba Eusebio Sacristán, el hombre encargado de dirigir un vestuario joven en el que figuraban prometedores futbolistas de la cantera celtiña. Entre ellos estaba Iago Aspas, a quien muchos celtistas apodarían Dios desde su milagrosa aparición al final de aquel curso.
Iago ya había debutado con el primer equipo en el ejercicio anterior, incluso había tenido alguna convocatoria cuando el equipo se hallaba en Primera. Pero fue en 2009 cuando se ganó un puesto en el primer equipo, y cuando su vida y la historia del Real Club Celta empezaría a cambiar progresivamente... y todo gracias a aquel 6 de junio de 2009. Es una fecha inolvidable.
Eusebio da instrucciones a Iago Aspas. |
El partido clave de la salvación llegaría en la antepenúltima jornada, cuando la escuadra celeste tenía que recibir la visita de otro equipo amenazado por el fantasma del descenso, el Deportivo Alavés. Los vascos visitaban Balaídos en un momento muy crítico para ambos clubes. Era un partido a vida o muerte y con tintes dramáticos, pero Eusebio preparó el partido a conciencia y animó a sus pupilos para intentar obtener la salvación matemática. Sobre el césped de Balaídos dispuso el siguiente once: Falcón, Edu Moya, Jordi, Noguerol, Roberto Lago, Abalo, Rosada, Michu, Trashorras, Óscar Díaz y David Rodríguez. En el banquillo quedaban algunos efectivos como Joselu, Vila y Iago, productos de la cantera viguesa.
Por el Alavés, Javi López alineó a los siguientes: Bernanrdo, Calderón, Caneda, Almirón, Llorente, Emilio Sánchez, Garitano, Natxo Garro, Cuevas, Igor Martínez y Javi Guerra. Todo estaba dispuesto, arbitraba el choque vasco-galaico -atención a este dato- el señor González González, quien dirigirá esta misma noche el duelo copero entre ambos equipos.
El partido estaba siendo aburrido aunque muy tenso. En aquella tarde soleada se palpaba el nerviosismo de la afición olívica que no paraba de alentar a los suyos. No hubo jugadas muy significativas por parte de ambos equipos, y se llegó al descanso con el empate a cero inicial... ni unos ni otros. No hubo cambios en el descanso, aunque Iago Aspas comenzaría a calentar una vez reanudado el encuentro, y es que la cosa no estaba como para dejar pasar los minutos.
Minuto 59 de partido, el público se levanta para ovacionar a una de las perlas de la cantera, un chico que hasta entonces era más conocido por ser el hermano de Jonathan Aspas, ex-jugador celtiña años atrás. Con el número 28 a la espalda, Iago estaba a punto de hacer historia con el club de su vida siendo consciente de lo que se jugaba. Óscar Díaz dejó su lugar en el campo para dar entrada al crack de Moaña, que en cuestión de minutos cambiaría el guión de un partido muy complicado.
Hubo que aguardar unos minutos para ver el primer gol oficial de Aspas como jugador del Real Club Celta... el primero de muchos a día de hoy. Minuto ochenta de partido. Dani Abalo realiza un perfecto centro desde la banda derecha que su eterno amigo remata con un certero cabezazo. Los vigueses se adelantan.
Pero como si de una película de acción se tratase, el Alavés puso más tensión en los minutos finales. El también suplente Juanjo empataría el partido a falta de dos minutos para la conclusión, lo que sentó como un jarro de agua fría para los seguidores vigueses.
Algunos rezaban mirando al cielo y suplicaban un milagro para eludir un descenso que podría conllevar la desaparición de un club nacido en 1923. Tanta oración provocó otra nueva obra de D10s, es decir, Iago Aspas. Éste aprovechó el rechace de un compañero que el alavesista Bernardo no pudo atajar y situó el definitivo 2-1 favorable para los de Eusebio en el tiempo de descuento. Balaídos estalló en plena euforia y aclamó a su nuevo Dios
Iago Aspas es manteado por sus compañeros tras la conclusión de aquel dramático Celta-Alavés. |
- Fue todo un momentazo. Iago corrió como un loco a celebrarlo con su afición, como el niño que era por entonces. Todos sus compañeros corrieron para abrazarle, besarle e incluso mantearle. Nadie se movió de sus asientos. Conscientes de que había nacido un nuevo héroe en Balaídos, los aficionados se levantaron de sus butacas para aplaudir al jugador como si no hubiera mañana.
El milagro se produjo y Iago Aspas salvó al Celta de su posible desaparición, es decir, Dios salvó al equipo vigués. Por otro lado, para los alavesistas fue un día muy duro, algo que empeoraría en las dos últimas jornadas tras confirmarse su descenso a la Segunda División B.
Han pasado los años y la divinidad de Aspas ha aumentado. Nos sigue haciendo vibrar con sus goles como ya lo hizo aquel complicado día, aunque esta vez es en Primera División, en la Europa League e incluso en una Copa del Rey que ya nos puede acercar a la cuarta final de la historia y en la que Iago merece estar... y esperemos que celebrando el título.
Ambos conjuntos se vuelven a encontrar esta noche, aunque en una situación más favorable. En lugar de un descenso a la categoría de bronce, vascos y gallegos se juegan un pase a la final de Copa. El equipo gallego podría vivir su cuarta final, mientras que para los vitorianos sería la primera en lo que a esta competición se refiere.
Pocos jugadores quedan de aquel 6 de Junio de 2009, pero Iago Aspas si está. El Dios que salvó al Celta tratará de escribir una nueva página en la historia del club. Ayudado por sus magníficos aliados de equipo, el de Moaña tiene más ganas de hacer historia que nunca, aunque seguro que no se ha olvidado de sus primeros goles con la celeste.
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