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Órbita celeste
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viernes, 22 de marzo de 2019
Mouriño salva y perjudica al Celta.
- La situación está a flor de piel, y todo aquel que antes adoraba al máximo mandatario del R.C. Celta, ahora pide su dimisión. Está claro que no toda la afición opina igual, pero este año lleno de controversias ha hecho que muchos aficionados den la espalda al que no hace mucho evitó la desaparición del club vigués.
Vaya por delante que es incomprensible mezclarse en política y utilizar la casa del celtismo para dar cobijo a un partido político en vísperas de las elecciones. Ninguna clase política debería tener cabida en la sede del Real Club Celta de Vigo, ya sea de izquierdas, de derechas, del centro y de allá arriba, de donde luce el arito de Saturno.
Eso no significa que la labor de este señor haya sido en vano, sobre todo en los años más difíciles del club. Nadie debería cuestionar su celtismo, cuando hay hechos fehacientes de que la cabeza más visible del Celta se ha llegado a rascar su propio bolsillo para evitar una inminente desaparición.
Deberíamos remontarnos a aquellos años anteriores al largo lustro del equipo en Segunda División, cuando Carlos Mouriño se hizo cargo de un club mal gestionado que otrora pagaba fichas inasumibles en los inolvidables tiempos europeos de finales de los noventa e inicios del nuevo milenio.
Mouriño también supo satisfacer al aficionado con pasearse por el reino europeo sin la necesidad de pagar exageradas cantidades de dinero. Es más, el Celta nunca había llegado a dos semifinales en una misma temporada, y esto fue posible durante el ejercicio 2016\17.
El equipo vigués nunca se había plantado en una semifinal de la antigua Copa de la UEFA, y aquel año tuvo serias opciones de pasar a una final de la moderna Europa League si el desagradecido azahar del fútbol no nos hubiera privado de ver puerta en Old Trafford.
Pero Carlos Mouriño estuvo en las duras y en las maduras. Construyó una base firme para que el equipo regresase a Primera, lidiando con los altos cargos de la Federación para poder pagar la deuda céltica hasta no deber ni un céntimo.
Aquel Celta no podía derrochar dinero, pero sí ingeniárselas para retornar a la élite del fútbol español. Para ello, el presidente celeste decidió fichar a un viejo conocido del celtismo, Eusebio Sacristán. Especializado en escarbar en la cantera de grandes equipos, el vallisoletano fue descubriendo a Iago Aspas, Denis, Santi Mina, Hugo Mallo, Jonny, Yoel, Rubén Blanco, Rodrigo...
Todos ellos llegarían a la élite, algunos para seguir en el Celta y otros para saldar las cuentas pendientes con la ley concursal. Con el paso del tiempo, eso le permitió al Celta volver a Primera División y, ya de paso, figurar como uno de los pocos clubes que poseen varios canteranos en el equipo.
Con vena celeste y sangre gallega, el club respaldado por Mouriño fue instalándose en la categoría de los grandes y contó, sin pasarse de precio, con buenos futbolistas que ofrecieron grandes tardes de fútbol a Balaídos... Y la del campo es otra cuestión.
Hace no muchos años, el celtismo pedía a gritos un campo nuevo y unas instalaciones deportivas a la altura de los clubes más grandes del mundo. No entraré en el eterno debate de púgiles,en el que figura el alcalde Abel Caballero y Carlos Mouriño, esto no beneficia a nadie.
Lo que sí puedo asegurar es que Balaídos perteneció al Celta antes de que en los años cincuenta se viviera otra durísima crisis para el club vigués. Mouriño le quiere devolver al Celta lo que es del Celta, ya sea en Vigo o en Mos. Sería fenomenal conservar Balaídos como la casa del Celta, aunque no mediante un usufructo de una morada que se cae a pedazos.
En definitiva. Muchos deberíamos echar la vista atrás y recordar al llamado "Señor Feudal" bajándose de su autocar en un municipio como Éibar para mezclarse y abrazarse con la masa celeste. Eso no lo hace cualquier presidente. Ese tipo de unión y cariño por los colores es lo que puede devolver al Celta a Primera sin necesidad de bajar. El Celta no está muerto, el Celta aún no descendió a Segunda.
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